sábado, 20 de febrero de 2010

Protesta, represión, memoria y medios de comunicación: las narrativas sobre los asesinatos de Kostecki y Santillán.

Por Andrea Lobos y Mariana Malagón.

Este texto fue presentado en las 3ras. Jornadas de Jóvenes Investigadores del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires en septiembre de 2005.

El sistema no castiga a sus hombres: los premia. No encarcela a sus verdugos: los mantiene.
(Rodolfo Walsh, ¿Quién mató a Rosendo?)


Introducción

Nada más difícil que analizar aquellos fenómenos sociales que están sucediendo aquí y ahora. La falta de distancia alguna veces, de herramientas conceptuales otras, impiden elaborar interpretaciones que nos hagan sentir seguros, si es que existe esa posibilidad en las Ciencias Sociales. Por el contrario sólo tenemos dudas y los conceptos básicos que solemos utilizar de pronto se convierten en problemas (Williams:1997).
Esta es la sensación que se tiene cuando nos encontramos con los movimientos piqueteros surgidos en los últimos quince años, que con su presencia lograron despertar a una sociedad que dormía el sueño liberal, donde era posible comprar todo a plazos, desde un televisor, un auto, una casa hasta dar la vuelta al mundo.
Pero mientras algunos vivían este sueño, había fábricas que cerraban, empresas estatales que se privatizaban y dejaban en la calle a miles de personas. Precarización, flexibilización, retiro voluntario, eran las nuevas palabras que servían para describir el campo del trabajo. Mientras tanto vivíamos la inacción de un Estado que había decidido jugar otro juego al retirarse de los campos donde durante años (a pesar de las crisis políticas, económicas y sociales) había actuado para bien o para mal.
A fines de los noventa el sueño se desvanecía entre el ruido de los piquetes primero, los cacerolazos después. Piquetes organizados en las rutas, piquetes que cortan los puentes de acceso a la Ciudad de Buenos Aires, acampes en la Plaza de Mayo o en otros lugares de la ciudad, se constituyeron en los “nuevos modos” de reclamar trabajo, justicia, o expresar la disconformidad con las políticas del gobierno.
Sin embargo para los medios de comunicación los “piquetes” aparecen como la irrupción de algo anómalo dentro lo “normal”, un crimen moral, una acción intolerable que perturba a la naturaleza (Barthes: 1999). Así los años de “estabilidad” económica finalizaron, y apareció la crisis social y económica descontextualizada de lo histórico, los conflictos que ponían en escena los “piqueteros”, eran irrupciones, hechos calificados por los medios como “violentos”. Y en el medio está el “usuario”, que no puede circular libremente por las calles de la ciudad.
Entonces lo que nos interesa es observar que narrativas se construyen desde los medios de comunicación, en este caso los diarios, y que narrativas se ponen en juego para los protagonistas de los “piquetes”.
La representación que realizan los diarios de los piquetes está descontextualizada, la desconectan de la historia y relegan a un segundo plano el motivo de los reclamos ( Denny: 1998).
Los “piqueteros” consideran a los piquetes como un método que les permite expresar sus reclamos de trabajo y justicia, reclamos que inscriptos en una serie mucho mayor, en otras historias de reclamos. Son estás historias las que permiten comprender un poco por qué los piqueteros ahora y no antes. Estás historias son las que quedan afuera de las crónicas y las noticias.


Nuestro objetivo es indagar en aquellos aspectos que se vinculan con la trama narrativa que presentan los relatos de los protagonistas de estos movimientos y compararlas con las narrativas que presentan los medios de comunicación, en este caso los diarios.
Coincidiendo con Ricoeur (1984) “la narrativa es uno de los esquemas cognoscitivos más importantes con que cuentan los seres humanos, dado que permite la comprensión del mundo que nos rodea de manera tal que las acciones humanas se entrelazan de acuerdo a su efecto en la consecución de metas y deseos”.
¿Por qué nos interesa comprender las tramas narrativas? Partimos de la idea según la cual los hechos que los medios construyen como acontecimientos no siempre coinciden con el registro que realizan los sectores piqueteros de su propia experiencia (Ferro-Rodríguez, 2003). Nuestra hipótesis es que en la construcción del acontecimiento que realizan los medios de la marcha piquetera quedan desplazadas las motivaciones que reivindican necesidades sociales, económicas y políticas que impulsan dicha protesta y adquieren relevancia la “violencia” de la “metodología” piquetera. (cortes de ruta, toma de boleterías, acampes). En otras palabras reducen la protesta social a delitos. Para los piqueteros, en cambio, el acto resulta esencial no sólo para recordar a sus “muertos” sino también para reafirmar su condición de sujetos sociales que pelean por sus derechos.
El acontecimiento que elegimos para comparar las diferentes narrativas es el 26 de junio del 2004, ese día se cumplían dos años de la muerte de Darío Santillán y Maximiliano Kostecki, dos integrantes de la agrupación Aníbal Verón, asesinados por la policía bonaerense durante la marcha que tenía como objetivo cortar el Puente Pueyrredón. Está fecha se presenta en los medios sólo como el aniversario en el que los piqueteros recuerdan la muerte de dos de sus integrantes, en cambio, para los piqueteros este hecho es registrado como un evento de ruptura con todo lo vivido hasta ese momento. Hay un antes y un después del 26 de junio .


El corpus está compuesto por las crónicas y notas que los diarios Clarín, La Nación, Página 12, Crónica y Diario Popular realizaron para dar cuenta del corte del Puente Pueyrredón que se realizó el 26 de junio del 2004 y por entrevistas realizadas a integrantes de diferentes agrupaciones piqueteras. El período comprendido es el que transcurre entre los días 26 y 27de junio del 2004. Es preciso señalar una particularidad: el 25 de junio asesinaron a Martín Cisneros , este hecho aparece asociado en la construcción de la noticia a las marchas piqueteras, haciendo especial énfasis en la “violencia”.


26 de junio: una crónica

El 26 de junio de 2002 Julián estaba llegando a la estación Avellaneda cuando escuchó disparos, vio personas que corrían desesperadas y se acercó a la estación. Con sus compañeros deciden caminar por la Avenida Mitre. Pero ven personas que corren y ellos también comienzan a correr. Quieren volver a la estación. La policía rodea el lugar, no pueden regresar. Julián y sus amigos se separan.
Julián piensa que están reprimiendo con balas de gomas. Sigue corriendo por Mitre hacia Gerli y encuentra a un joven sentado en el cordón de la vereda que se queja de dolor en la pierna. Julián nunca fue solidario pero ese día se detiene. Le pregunta qué le pasa. Julián le dice que quizás le pegaron con una bala de goma. Cuando el muchacho se saca el borceguí sale un chorro de sangre y entonces Julián se da cuenta de que están reprimiendo con balas de plomo.
En ese mismo momento, TN, un canal de cable de televisión, anuncia que hay dos piqueteros muertos a balazos, como consecuencia de los enfrentamientos entre la policía y grupos radicalizados de piqueteros.
Para los medios de comunicación, el 26 de junio de 2002 es el día que Maxilimiliano Kostecki y Darío Santillán, dos jóvenes piqueteros de la MTD Anibal Verón son asesinados por la policía. Para Julián, el 26 de junio de 2002 es el día de “la masacre de Puente Pueyrredón”.

Imágenes veladas

El jueves 27, los diarios construyen el relato de lo sucedido. Según Clarín:
Grupos de manifestantes intentaron cortar el Puente Pueyrredón, en Avellaneda. La Policía bonaerense los reprimió. Dos jóvenes murieron baleados y todavía no se sabe quién los mató.
Recién el viernes 28, los medios de comunicación dicen que fueron hombres de la policía los que asesinaron los dos jóvenes. Según Martini (2002) desde el 26 a las 14.30 en las redacciones de los diarios se sabía de la fotografía que mostraba al comisario Francchioti apuntando con su Itaka a Darío Santillán que yace en el suelo.
¿Por qué los medios de comunicación tardaron dos días en contar lo sucedido? ¿Por qué los medios ocultaron que fue la policía la responsable de los asesinatos?
Una posible respuesta podemos encontrarla en la lógica de la “represión” que atraviesa la historia argentina. Entendemos el término represión en el sentido psicoanalítico. La represión es un mecanismo de defensa: se trata de apartar u ocultar ideas, hechos, imágenes que resultan intolerables a la conciencia. Lo que se reprime, en este caso, es el abuso policial. Es intolerable porque es el regreso de imágenes de un pasado no resuelto institucionalmente: los responsables de los crímenes cometidos durante la dictadura militar de 1976 fueron juzgados pero luego fueron beneficiados por las leyes de obediencia debida y punto final.
Junto con las imágenes del bombardeo a Plaza de Mayo en junio de 1955, la foto de Franchotti disparando a Darío Santillán aparecen como los testimonios visuales de la represión institucional. El ocultamiento de estas imágenes podría interpretarse como la negación a aceptar que en la Argentina este tipo de crímenes pueden ser posibles.
Los medios dudaron en publicar las imágenes porque éstas constituían una prueba para responsabilizar a la policía bonaerense.
Dentro de la lógica de la rutina periodística los medios difícilmente denuncien directa o indirectamente a las instituciones poderosas, como ya explicamos en las hipótesis generales.
Cuando uno de los matutinos publica la foto, los demás medios se ven obligados a mostrar las imágenes. Podemos pensar que este ocultamiento se inscribe en la serie de hechos represivos que se vivieron en la Argentina. Al mostrar lo “inmostrable” se provoca la apertura de un espacio y entonces los demás medios se animan a publicar la foto.



Acción beligerante

Coincidiendo con Jelín (2002) podemos pensar que para elaborar el trauma, es preciso revivirlo, pero no para repetirlo o actuarlo, sino para interpretarlo, tomar distancia y convertirlo en un recuerdo, en parte de la memoria del pasado. Esta elaboración puede dar lugar a la constitución de agentes éticos y políticos que pueden actuar sobre el presente.
En este caso estamos ante dos imágenes: la imagen de Darío Santillán muerto en la estación Avellaneda y la imagen de las muertes producidas durante la dictadura militar. Una imagen remite a otra imagen. No se ve sólo a Santillán, también se ve a la dictadura militar. El pasado se vuelve presente:

Así como estamos todos los 26 en el puente, estamos todos los 24 de marzo en la plaza como movimiento, recordando a los 30. 000 compañeros desaparecidos que nosotros lo entendemos como compañeros porque creemos que esta lucha es la continuidad de la que ellos empezaron. Nosotros estamos luchando y exigiendo un cambio, de otra forma, con los elementos que tenemos a mano. Pero es exactamente lo mismo. (Julian, 25 años, militante de la MTD Aníbal Verón).

El 26 de junio de 2002 las agrupaciones piqueteras cortaban el Puente Pueyrredón para reclamar planes asistenciales para enfrentar a la desocupación y también para pedir cambios en la política económica. Comparando estos reclamos y la forma en que se realizan podemos comprender como se modificó la situación para las clases populares en Argentina a través del relato de un desocupado, Juan, de 62 años que pertenece al Movimiento Teresa Rodríguez:

“La primera vez que yo participe de un piquete tenía seis años, y participé con mi padrino que era anarquista, en un piquete. En ese momento los piquetes era un grupo de compañeros trabajadores que no permitía que otros compañeros trabajadores que querían romper la huelga ingresaran al lugar (Juan, 62 años, Movimiento Teresa Rodríguez)

Podemos pensar en las protestas piqueteras como una continuidad en otra coyuntura histórica de las protestas de los trabajadores. Como explica, Jelin (2002:24):

“(…) el núcleo de cualquier identidad individual o grupal está ligado a un sentido de permanencia (de ser uno mismo, de mismidad) a lo largo del tiempo y del espacio. Poder recordar y rememorar algo del pasado es lo que sostiene la identidad”.

Hay una continuidad y una ruptura en la identidad de los sectores populares politizados: si bien conservan un registro sobre la igualdad y la justicia social semejante a la del pasado, aquellos trabajadores asalariados hoy son “trabajadores desocupados”. En los testimonios de los informantes piqueteros suelen aparecer las palabras: “igualdad”, “justicia social”, “pueblo”, “dignidad”

“… si se dice piquetero es tratar de pelear, o la igualdad de la gente, si eso es ser piquetero, soy piquetero. Si no, no. Nosotros partidariamente, siempre que hicimos un corte, lo hicimos por alguna causa que consideramos que es justa: la alimentación, más planes” (Mario, 31 años, Federación de Tierra y Vivienda, FTV).

“Yo te digo: yo fui peronista. Porque me gustaba Eva, por la gran mujer. Algo que nosotros no dejamos de pregonar por todos los vientos. Y así, en la forma que amamos a Eva, amamos al Che. Son la ideología que tengo. Pero después que fui viviendo las cosas que pasamos en el peronismo. Pero después que murió Eva, Perón ya no fue tan Perón… como decía Eva, defender al pueblo, al pobre, de la justicia social. Ahora hay una injusticia social” (Rosa, 57 años, Barrios de Pie).

Los informantes muestran lo que podríamos llamar una “precaria identidad piquetera”. “precaria” porque es pasajera y porque no es totalmente asumida por todos los que cobran un plan social y forman parte de este sector popular beligerante. Citemos sólo algunos testimonios:
“… como pueblo estamos totalmente, años atrás, retrocediendo años atrás. Un pueblo que viene con años de hambre, de desocupación. Porque la desocupación no es algo nuevo. Adonde hay muchísimos analfabetos… porque yo quiero que mis hijos…vos me dijiste recién ‘¿qué es ser piquetero?’, yo creo que yo porque sea piquetero no quiero que mis hijos y los chicos que vienen a comer a este comedor sean piqueteros. No quiero” (Pedro, MTD).

“Piquetero suena al que va, corta la ruta y hace quilombo. Pero la palabra esa la pusieron los medios… Yo cuando voy a un acto, a una movilización, con los compañeros, digo, vamos a luchar por algo que nos corresponde, es algo para el barrio. ‘Piquetero’, ‘a una marcha piquetera’, suena horrible” (Liliana, 30 años, Federación Tierra y Vivienda).

Los informantes explican que alrededor del año 2000, comenzaron a considerarse “piqueteros”, ya que revindicaban el piquete como método legítimo de reclamar ayuda social. Una entrevistada, a la pregunta sobre si se identifica como piquetera responde:

“Yo en lo personal, no. Yo creo que soy trabajadora desocupada…En una primera etapa sí me identifiqué, cuando había que salir a pelear en la calle. Creo que somos todos piqueteros, es maravilloso. Ahora, que yo no me identifique no significa que yo considere que ese no sea un buen término” (Marta, 30 años, Federación Tierrra y Vivienda).

El término piquetero remite al momento de la acción de protesta en sí, que como la define Tilly (2000) es “disruptiva y discontinua”. Como nos explican los informantes, la indiferencia de los gobiernos los llevó a tener que reclamar una y otra vez. Tienen la percepción que sin la presión continua en la calle y en los medios masivos de comunicación como escenario nacional de la esfera pública, no se obtienen ni planes, ni comida, ni soluciones a los problemas barriales:

“E:-¿El piquete da resultado?
Julián: Sí, por supuesto. Cuando vamos con un reclamo concreto. Tenemos respuestas. Vamos un petitorio. Cuando se realiza un corte bajan, mandan a buscar para ver qué es lo que queremos, suben los compañeros con el petitorio, llegan a un consenso, bajan, terminan el piquete y nos vamos. Por lo general da resultado” (Julián, 25 años, Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón).


La lucha por la justicia

Dentro del campo popular existe un sector más activo en la lucha por sus reclamos sociales que se inscribe en una memoria a largo plazo. Lo que pudimos observar fue que esta memoria no es experimentada de un modo consciente y militante. Es una memoria que se vive en el día a día de las necesidades concretas de comida, salud, educación, vivienda y trabajo.
Es también la necesidad de la dignidad cívica, del reconocimiento moral por la igualdad social (Rodríguez y Morello, 2003) lo que hace que estos actores sociales asuman un rol más activo al participar en marchas y piquetes, de este modo pasan a formar parte de un sector social que - pese a las represiones y a las indiferencias de los gobiernos- se regenera continuamente en la Argentina.
La aniquilación masiva de militantes durante de la última dictadura militar no logró hacer desaparecer totalmente del campo popular sus consignas básicas. Como nos cuentan los informantes, estas nociones fueron transmitidas de boca en boca y de panfleto en panfleto a través de encuentros casuales, reuniones, congresos, marchas, piquetes, talleres de debate, cursos de formación. Los militantes nuevos, de veinte y treinta años, retoman estas ideas e intentan legitimar con ellas el derecho a la ciudadanía, que significa formar parte de una sociedad accediendo a sus recursos disponibles (Kessler: 1996).
La ciudadanía implica la posibilidad de no sólo ser titular de los derechos civiles, políticos y sociales sino que también significa que las personas pueden hacer real uso de ellos en su vida cotidiana (Kessler:1996). Cuando la policía bonaerense asesina a Kostecki y Santillán, también aniquila el reconocimiento de la ciudadanía de los piqueteros en sentido pleno: social, civil y político. Como vemos en las entrevistas, incluso de personas menores de cuarenta años, los asesinatos del Puente Pueyrredón remiten imaginariamente a las luchas y a las represiones de épocas pasadas:

“Nosotros no queremos más mártires. Cuántos más” (Marta, 30 años, Federación de Tierra y Vivienda).

“Yo soy de esta generación, tengo 22 años, soy de esta generación, parida acá, y estos son los métodos de los que yo participo, lo que yo lucho. Y bueno, antes fueron los sindicatos y las fábricas, y bueno… distintas luchas. Y bueno, igual hoy por hoy algo parecido se vive, tenemos el ejemplo de Brukman,, de Zanón, de Sasetru. Quizás con otras formas. Era otro momento, había más fábricas” (Cecilia, 22 años, Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón).

Esta informante construye desde su memoria la narrativa de “justicia social”: un país con fábricas y con sindicatos. La mayoría de los informantes jóvenes no fueron jamás asalariados, pero forma parte de su memoria colectiva el pertenecer a un pasado cuando “las luchas” se encuadraban en una sociedad integrada.
La memoria colectiva de las luchas populares construye una trama argumentativa que forma parte de una larga serie de injusticias: la desocupación, la represión que comienza en 1976 y en general la falta de reconocimiento y solución a los reclamos. Es un proceso simbólico porque es elaboración discursiva de la acción ciudadana tal como la venimos definiendo. Y es un proceso imaginario porque hay creación de significaciones: los nuevos militantes se apropian y resignifican lo que les transmiten adultos mayores o jóvenes que se forman en las universidades, sindicatos, partidos y organizaciones políticas y barriales.
Cuando decimos memoria militante nos estamos refiriendo al campo popular organizado, que es una minoría, y no al conjunto de la clase trabajadora y desocupada. Y este es un punto fundamental para comprender por qué las marchas exigiendo justicia sufrieron la condena mediática de la prensa: fueron marchas de una minoría. La gran masa de personas trabajadoras y desocupadas no participa activamente de la organización sindical, política o de organización vecinal. Participar activamente significa tener una actitud beligerante, casi aguerrida, de disputa, para que los representantes gubernamentales tomen en cuenta sus reclamos. Participar de este modo tiene sus riesgos: represiones, represalias, persecuciones, amenazas, muertes. Asumir la legitimidad del reclamo a pesar de los riesgos implica un proceso de incorporación de una ideología. Cuando nos referimos a “incorporación” lo hacemos en el sentido físico, corporal, carnal, de este término, siguiendo a Bourdieu quien elabora el concepto de “habitus” para comprender los esquemas de percepción que forman parte del hacer práctico de las personas. Poner el cuerpo forma parte de la legitimidad de la lucha.

“Rosa:- Y eso fue lo de Brukman . Y al otro día éramos el doble en la calle. Y con qué ganas fuimos. O sea que esas cosas no nos achican.
E: ¿No te da miedo?
Rosa: - Y después de ese día, yo me curé de miedo. Yo tengo que luchar por todas las cosas que yo veo que sean injustas. Ojo, no es que porque ahora estamos al lado del presidente ahora a nosotros nos dan todo. No. Nosotros tenemos que salir a pelear, para conseguir para la carne, para la verdura. Nos dan lo seco. Y no lo suficiente. Porque con fideos, arroz, esas cosas, tenemos que buscar la alternativa y hacerles un pastel de papá, qué sé yo, algo…” (Rosa, 57 años, Barrios de Pie).

“E ¿Cómo es la lucha en la calle?
Cecilia: Es otra cosa, es luchar contra el hambre. Porque la gente que viene, tiene hambre, no tiene para comer, necesita 150 pesos. Era eso. La tente no luchaba porque le parecía que tenía que luchar, que `bueno, que tenemos que cambiar las cosas, que hay que luchar’. Esto que yo te contaba antes de que la gente va tomando conciencia de que hay otra cosa. Era totalmente distinta a la lucha estudiantil. No digo que más fuerte, ni mejor ni peor. Otra militancia distinta. Y acá era gente que iba con los nueve pibes. Que tenía a toda la cana y la gendarmería enfrente, y los tanques, y había gente con pibes y viejos y jóvenes…” (Cecilia, 22 años, Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón).

También es importante la formación ideológica que se inserta en una historia de luchas por el reconocimiento ciudadano. Es un esfuerzo diario y constante de los dirigentes, que deben convencer y persuadir a los vecinos de la legitimidad de los reclamos. Es trabajo político de formación de un discurso herético (Rodríguez, 2005). Un discurso que se opone a la forma tradicional de representación ciudadana.

La construcción del 26 de junio de 2004

Como dice Jelin (2002) existen diferentes tipos de narrativas: las personales, las colectivas, las judiciales, las periodísticas. Nos interesó comparar dos narrativas sobre los asesinatos de Kostecki y Santillán: las personales que representan al colectivo “piqueteros” y las periodísticas. Trabajamos con la prensa de alcance nacional de los días 26 y 27 de junio de 2004: Clarín, La Nación, Popular, Página 12 y Crónica.
Nos interesó comparar cómo se construía discursivamente el acto conmemorativo entre los distintos medios y entre los entrevistados de las organizaciones “piqueteros”:

“Fue un acto muy lindo. Estuve el 25 y el 26. El 25 se hizo un escrache a la SIDE, el lugar donde se ideó, se planificó y se dieron órdenes concretas de represión ese día. A la noches nos fuimos al punte, hicimos una radio abierta, hubo bandas, hubo festival de vigilia, un acampe, y al otro día a las doce y cinco se leyó el documento único que conformaron todos los sectores populares. Se leyó a las doce y cinco que fue cuando empezó la represión y de ahí una marcha multitudinaria que terminó en Plaza de Mayo. La policía hablaba de 25.000 personas, en un momento en el puente se hablaba de 70.000. Fue un acto muy emotivo” (Julián, 25 años, Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón).

En este testimonio se subraya la convocatoria multitudinaria y el aspecto cultural, comunitario y emotivo, sin dejar de lado la denuncia política. En el siguiente vemos también el aspecto emotivo y conmemorativo y al mismo tiempo la exigencia de justicia.

“Del acto de este año fue impresionante la cantidad de gente, de compañeros, que fueron al acto. Es como que cada año va más gente a hacerle ese homenaje a los compañeros caídos… Y yo siento bronca, siento tristeza, pero también siento la necesidad de seguir luchando para que esos compañeros, para que se haga justicia, para que los que los mataron, porque hay videos, hay un montón de cosas de quienes hicieron ese crimen” (Rosa, 57 años, Barrios de Pie).

A continuación presentamos una síntesis del análisis realizado a los medios. Nos interesa mostrar las características regulares de la construcción discursiva del conjunto de diarios elegidos.
El sábado 26 de junio Página 12 y Crónica tienen en sus portadas como títulos principales la noticia sobre la marcha, ambos con fotos. Página 12 titula “Nunca más” y tiene una foto de Darío Santillán muerto en el suelo. En la volanta se recalca la reivindicación de la conmemoración y “la nutrida marcha”. Crónica tiene otro enfoque, que se acerca más al enfoque que le dan los otros medios, y es el de subrayar la impronta violenta del hecho: “Mandan los piqueteros” titula en grandes letras blancas sobre la foto del acampe debajo del puente, donde se ven carpas, banderas y decenas de personas sentadas. Cuando hablamos de “impronta violenta” nos referimos a que los medios suelen calificar a estas marchas como hechos anómalos, que rompen con lo que debería ser el orden ciudadano. Son hechos violentos en tanto se hace foco sobre lo disruptivo, agresivo y rebelde.
Clarín tiene un tratamiento similar de la noticia, aunque no es la principal sino que aparece en el ángulo inferior derecho, ocupando menos de la mitad de la portada. Es una foto parecida a la de Crónica, aunque esta tomada no desde lejos y desde arriba, sino que se ve de cerca a jóvenes sonrientes y distendidos que están sentados y recostados a lado de las carpas. El título es “Mantienen copado el Puente Pueyrredón”. En la bajada se explica el recorrido que hicieron y que harán por la ciudad, remarcando el imaginario de “la ciudad tomada”, que es víctima pasiva de “la prolongada protesta piquetera”. Es llamativo cómo este medio mantiene en tensión al sujeto gramatical de la protesta, en tanto las oraciones suelen tener sujeto tácito, generalmente en los títulos, aunque en el interior de los artículos si aparecen frases con el sujeto piquetero. No es un dato menor en tanto este medio suele denominar a este tipo de acontecimientos como “la protesta social”, calificación que remarca la exterioridad de fuerzas que si bien son sociales, son inmanejables para el Estado, el gobierno y los propios actores sociales.
El mismo sábado 26 La Nación y Diario Popular tienen en sus portadas en grandes letras la misma palabra: “violento”. La Nación cita al ministro de defensa quien dice que “…la Argentina se está convirtiendo en un país violento” debido a los escraches y a las acciones piqueteras en las calles. Debajo de esta noticia que ocupa el centro superior de la portada, esta el artículo que dice “Otra comisaría atacada”. Se refiere al mismo hecho que pone Diario Popular en primera plana: “Otro violento ataque a comisaría”. Ambos medios se refieren al ataque por parte de vecinos y militantes de la agrupación piquetera Polo Obrero a una comisaría en Villa Tesei por la muerte de un joven. En este diario, la noticia por la conmemoración aparece en el mismo recuadro que informa sobre la toma de la comisaría. Vemos que semánticamente se relacionan ambos acontecimientos, que en realidad sólo tienen en común la participación en ambos del Polo Obrero. La relación se da porque el medio interpreta que ambas son protestas y por ende tienen un componente disruptivo, como expresa la bajada: “Odisea para transeúntes y quejas de comerciantes”.
La noticia sobre la marcha aparece en La Nación recién en la página 12 y se titula: “Cortan por 24 horas el puente Pueyrredón”. La volanta, más que significativa dice “Las protestas callejeras: a dos años de la manifestación trágica en Avellaneda”. Vemos que este medio muestra a la protesta como “callejera”, un adjetivo que remarca la metodología del corte. Además, el diario pone juntas dos palabras “manifestación” y “trágica”, dando a entender que protestar es algo trágico, además de producir, como informa en otro recuadro “Un caos de tránsito”.
La Nación y Diario Popular tienen como noticias principales lo que interpretan como un hecho “violento”: la toma de la comisaría. Asociada a esta información esta la protesta, cuyo eje de sentido –acontecimiento - como noticia no es conmemorar y pedir justicia sino “copar”, “cortar”, “desafiar”, “amenazar” (son las palabras que utiliza Diario Popular).
El domingo 27 de junio la noticia en las portadas de los medios analizados es otra: el asesinato de un militante piquetero el viernes 25 de junio. Martín Cisneros trabajaba en un comedor infantil de la agrupación Federación de Tierra y Vivienda (FTV). Los títulos de Clarín explican lo sucedido:
“Un hecho confuso que provoca sospechas (Volanta)
Matan a un piquetero y aumenta la tensión (Principal)
Martín Cisneros era del grupo de D’ Elía, cercano al Gobierno. Lo asesinaron de siete tiros en su casa de La Boca. Detuvieron a un sospechoso, acusado de vender droga y ser informante policial. En protesta, D’ Elía y los suyos tomaron la comisaría del barrio. Y le hicieron un velatorio con fuerte tinte político. El gobierno quedó descolocado (Bajada)”.

Clarín resalta la cuestión de lo disruptivo cuando dice “aumenta la tensión”, marcando lo que en cuerpo principal del artículo denomina “sobre el final de una semana dominada por el conflicto con los piqueteros”. Este medio remarca la cuestión pasional del hecho: el asesinato, el dolor, la tensión, el “hecho policial confuso”, la descolocación del gobierno. La noticia tiene componentes dramáticos e intriga porque el crimen se cometió durante la noche de vigilia de las agrupaciones piqueteras que conmemoraban a Kostecki y Santillán.
La noticia por la conmemoración aparece en un recuadro, en el mismo espacio gráfico de la portada donde está la noticia por el asesinato y dice: “Un homenaje masivo, pero sin disturbios”. La violencia esta presente, aunque sea fantasmáticamente. Diario Popular titula: “Amenazaron con seguir cortando calles y rutas (Volanta). Desafío piquetero (Principal)”. Crónica tiene como título: “Terminó en paz el acto”. En estos tres medios el tema principal de la noticia no es la conmemoración sino la posibilidad de la violencia, una violencia latente, que por ende es visualizada como constitutiva de la protesta.
El enfoque de La Nación y Página 12 es diferente. Este último titula “Unánime reclamo de justicia” y La Nación dice: “Una multitud de piqueteros recordó a Kosteki y a Santillán”.
En los cinco medios analizados, en los artículos principales se relata cómo se desarrollaron los actos. En todos los medios se citan partes del texto que se leyó en el acto principal organizado por lo que el gobierno y los medios de comunicación denominan “las agrupaciones duras” . Observamos que en los artículos principales no se relata ningún episodio disruptivo o agresivo y ni siquiera aparece “el fantasma” de la violencia.
Es en los títulos, en las fotos y en otros artículos relacionados donde los medios resaltan la posibilidad de la “violencia”. La “violencia” se construye metonímicamente, los palos y las capuchas son la “violencia”. En este caso es preciso aclarar que para los informantes esto no es expresión de la “violencia”, es enfrentamiento, para ellos la violencia son los muertos, la posibilidad de ser baleados por la policía.
Veamos un ejemplo, de Crónica que titula “Infaltables Palos y Capuchas” y donde dice en una parte del artículo “Pero el fantasma de la violencia volvió a rondar...”. En las fotografías se ven palos, capuchas y algunas escenas donde los manifestantes volteaban las vallas en Plaza de Mayo. Fotos similares están los cinco medios.
Mostrando una parte, capuchas, palos, hombres empujando vallas, se construye la “violencia piquetera”.
En la construcción de los acontecimientos los medios suelen darle espacio a los funcionarios del gobierno y a los políticos, economistas y empresarios de mayor peso. No es lo mismo “decir lo que dijeron” que reproducir directamente sus dichos. La Nación, sólo cita brevemente al dirigente del Polo Obrero. Crónica reproduce también brevemente a Raúl Castells y algunas frases del texto. Página 12 es el medio que más espacio le brinda a lo que se leyó en el acto y hay declaraciones de varios líderes piqueteros. Clarín sólo cita algunos párrafos, al igual que Diario Popular.
En general estos actores políticos suelen tener el espacio para que sus dichos sean reproducidos textualmente cuando protagonizan algún suceso fuera de la común, un acontecimiento noticiable que suelen ser hechos anómalos, como sucedió con el crimen de Martín Cisneros. Los medios observados reprodujeron las declaraciones de D’Elía, quien protagonizó la toma de la comisaría. También observamos que en Clarín se citaron las declaraciones del padre de Darío Santillán porque estuvo con el presidente de la Nación, hecho sobresaliente si los hay para los productores de noticias. En La Nación, es el abogado de Kostecki y Santillán quien tiene la voz autorizada -letrada - para expresarse. Página 12 es el medio que reproduce los dichos, versiones e ideas de los piqueteros, pero también hay espacio para los funcionarios y los empresarios. Resumamos lo que decimos con los títulos de los artículos de Crónica del 27-6 que rodean gráficamente el artículo principal que relata la conmemoración: “Alivio en el gobierno”, “El presidente insistió en que no habrá represión”, “Pampuro asegura ‘no haber dicho’ lo que dijo”, “Decisión tomada con mentalidad fascista ”.

Conclusiones

Nuestro objetivo era comparar las narrativas personales de militantes piqueteros y las narrativas mediáticas sobre la conmemoración del segundo aniversario de los asesinatos de Kostecki y Santillán. Queríamos conocer las distancias que existen en la construcción de dos tipos de narrativas: una oral y personal – enmarcada en un discurso colectivo – y otra masiva y gráfica .
Los informantes sienten que el piquete es el último recurso de reclamo frente a los diferentes gobiernos – en el tiempo y en las administraciones territoriales- y así lo narran. De ahí el rechazo de algunos militantes a ser denominados “piqueteros” en tanto esto los etiqueta sólo como rebeldes y no también como trabajadores desocupados.
Para otros entrevistados el “título” de piquetero es sentido con orgullo porque es una forma de identificación con formas históricas, populares y pasionales de resistir y a la vez sostener su posición subalterna. Decimos subalterna en tanto quedan sujetos a poderes económicos, políticos y represivos que los someten a sus decisiones. También decimos que estos sectores populares sostienen esta calificación en tanto es el lugar que ocupan en el espacio social y pensamos que vivir con orgullo la resistencia es una forma de soportar esta situación de desigualdad. De alguna manera puede decirse que fue parte del movimiento peronista quien hizo circular en el imaginario popular la consigna de “la justicia social”. La justicia social tiene como contracara la idea de “injusticia”, palabra que encierra las vivencias cotidianas de desigualdad ciudadana en el acceso a los derechos sociales. Es esta noción básica – junto a otras que no hemos analizado – la que sostiene imaginariamente la rebelión piquetera.
Para los informantes la “rebelión” es la necesidad física de oponerse a lo que se siente como injusto. La injusticia es vivida cotidianamente: la falta de comida, de trabajo, de recursos para mejorar el barrio. Como veíamos son sólo las personas que pertenecen a grupos organizados ideológicamente las que sostienen esta memoria militante que a la vez impulsa la participación en marchas y manifestaciones. Esta “rebelión” no es espontánea sino que se construye en el tiempo - colectivo e individual -.
En los diarios observamos que la noticia no se construye sobre los motivos reales de las manifestaciones sino sobre la posibilidad de que haya hechos “violentos” (palos igual a violencia). El recurso metonímico produce el efecto de despolitizar y criminalizar la protesta.
Estos grupos organizados que han recibido el nombre de “piqueteros” buscan el reconocimiento. Lo hacen a través de marchas y piquetes y necesitan de la difusión de los medios masivos de comunicación porque “Para nosotros es importante para poder transmitir lo que realmente hacemos y por qué lo hacemos” (Julián, Movimiento de Trabadores Desocupados Aníbal Verón, 25 años). Vemos que los piqueteros hacen un uso instrumental de los medios.
Y observamos que los medios presentan las noticias sobre las marchas resaltando la amenaza de “los incidentes” y “los disturbios”.
Es importante aclarar que observamos que en los diarios analizados si bien predomina una línea ideológica que se manifiesta en las titulares y fotografías, también observamos que algunos artículos informan siguiendo de cerca las razones de los manifestantes. Queremos decir que no todos los artículos enfatizan el descontrol y la ilegitimidad de las protestas sino que algunos tienen otra óptica más favorable hacia los sectores piqueteros. Esto tiene que ver, suponemos, con que la visión de los periodistas no siempre es igual a la del medio y algunos “sentidos” se pueden desviar de la línea editorial dominante.
Los medios informan siguiendo la línea de lo que quiebra el orden social rutinario (Rodríguez, 2005) mostrando lo escandaloso y llamativo. Las protestas piqueteras forman parte de lo que en las rutinas de producción de noticias puede dar lugar a acontecimientos de transgresión y violencia.
La experiencia no está sólo construida por prácticas, también está constituida por el lenguaje. Si partimos de esta idea podemos pensar que la experiencia también es creada discursivamente, y en consecuencia existiría una lucha entre los diversos discursos que intentan atribuirse la construcción de tal experiencia. Es por eso que resulta vital que esos discursos obtengan el reconocimiento social para ser considerados como la “verdad”. A está posición aspiran la mayoría de los discursos.
Pero la tarea no es sencilla, para llegar a convertirse en el discurso que expresa la “verdad” hace falta derribar a todos los otros discursos que están circulando, es decir a los otros sentidos, y convertirse en “sentido común”, en palabras de Barthes (1997) esa “mezcla de moral y de lógica”. En algún sentido los medios y los sectores “piqueteros” luchan por instaurar el discurso de las experiencias de las desigualdades y las injusticias, injusticias que en nuestro país se inscriben en una trama histórica que excede la noticia del día.




Bibliografía
-Barthes, R (1999): Mitologías, Siglo XXI, Madrid.
- Jelin, Elizabeth (2002): Memorias de la represión, Siglo XXI, Madrid.
- Kessler, Gabriel (1996) “Adolescencia, pobreza, ciudadanía y exclusión”, en Adolescencia, pobreza, educación y trabajo, Irene Konterllnik y Claudia Jacinto (comp), Losada, Buenos Aires.
-Laclau, Ernesto y Chantal Mouffe.(1985) Hegemony and Socialist Strategy: Towards a Radical Democractic Politics. London: Verso.
- Martini, Stella (2002): “Sobre crónicas periodísticas: una agenda de modelos para controlar”, en Zigurat, Nº 3, octubre, Buenos Aires.
- Morello, Paula y Rodríguez, Lucía (2003): Ni solo pan, ni solo plan. Contenidos morales y culturales de las protesta piquetero, Ponencia presentada en las Jornadas del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires.
- Ricoeur, Paul.(1984) Time and Narrative 1. Traducido por Kathleen McLaughlin y David Pellauer. Chicago: University of Chicago Press.
- Rodríguez, María Graciela (2005) “La beligerancia cultural, los medios de comunicación y el ‘día después’”
- Williams, Raymond (1997) Marxismo y Literatura, Ediciones Península, Barcelona, España
- Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián (2004): Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Biblos, Buenos Aires.
- Tilly, Charles (2000): “Acción colectiva” en Apuntes, Nº 6, Buenos Aires.