lunes, 4 de marzo de 2013

Políticas de comunicación en Argentina


Políticas de comunicación en Argentina. 1920-2010.

Por Mariana Malagón.

Introducción. Los inicios.
            Por “políticas de comunicación” se entiende el modo en que los estados regulan el funcionamiento de los medios masivos de comunicación. En este artículo se verá cómo el estado argentino legisló sobre el uso de la radio, la televisión y los diarios. Se irá viendo el fenómeno desde el análisis cultural, pero básicamente se analizarán las cuestiones políticas y económicas que explican las sucesivas reglamentaciones y legislaciones.
La constitución nacional de 1853 establecía en el artículo 14 el derecho de publicar ideas por la prensa sin censura previa. En 1875 se promulgó la ley que regulaba el funcionamiento de los telégrafos en el territorio nacional y en 1913 se establece el monopolio estatal del servicio de correos y telégrafos. Cuando nace la radiodifusión, en 1920, las primeras emisoras solicitan permisos a la Municipalidad de Buenos Aires. Sin embargo, la Dirección General de Correos y Telégrafos dependiente del Ministerio de Interior también comienza a otorgarlos definitivamente en 1928 por un decreto del gobierno de Hipólito Irigoyen (Mastrini y Agusti, 2006).
En radio y televisión, para poder ser titular de una onda radioeléctrica se debe concursar para obtener una licencia. Las frecuencias son limitadas y son administradas por el Estado. Por eso es tan importante que exista una legislación clara sobre cómo funciona el sistema de otorgamiento de licencias. La primera ley nacional de radiodifusión se promulgó recién en 1953. Hasta entonces solo hubo decretos que regulaban una actividad que era básicamente privada, o sea, desarrollada por empresas comerciales con fines de lucro. Pero antes de continuar con conceptos teóricos, es necesario comentar cómo comenzó en Argentina la radiodifusión. Así lo relatan Mastrini y Agusti (2006:31):
     “La primera transmisión, a cargo de Enrique Susini, Luis Romero Carranza, César Guerrico y Miguel Mujica, se llevó a cabo el 27 de agosto de 1920 desde el teatro Coliseo y fue recibida por aproximadamente 50 aparatos receptores, en manos de aficionados. El responsable de la transmisión fue Susini, que un año antes, en Francia, había indagado sobre los equipos transmisores utilizados por el ejército francés para las comunicaciones entre los frentes durante la Primera Guerra Mundial.
        Junto a Guerrico, Carranza y Mujica, Susini formó desde ese momento LOR Sociedad Radio Argentina y acordó con los titulares del Coliseo poner una pequeña antena en la terraza del teatro. Por este hecho fueron llamados ‘los locos de la terraza’. Después de la transmisión inicial de la ópera Parsifal Radio Argentina continuó un ciclo que incluyó a ‘todas las obras inscriptas en la temporada lírica que ofrecía el Coliseo en competencia con el Teatro Colón’ (Vila, 1950)”.
           
En 1922 inicia sus transmisiones Radio Cultura desde el Hotel Plaza. Se sustenta mediante publicidad. Luego, en el mismo año surge Radio Sud América, que es financiada por un grupo de comerciantes dedicados a la actividad radioeléctrica. También en ese año, según Mastrini y Agusti (2006), se inaugura Radio Brusa, de Francisco Brusa. Luego, se van iniciando otras radios, como Radio Gran Splendid, Casa América, Radio Nacional. En 1927 Radio Nacional es vendida a Jaime Yankelevich que la llamará Radio Belgrano e instalará “… un modelo de radiodifusión que, caracterizado por el show y el entretenimiento popular, concentraba una audiencia significativa que a su vez atraía a los anunciantes. Así comenzó el principal modo de financiamiento de la radio hasta nuestros días, el publicitario” (Mastrini y Agusti, 2006: 35).
En la década de 1920 nacen y mueren varias emisoras y recién las radios se configuran como medios masivos de comunicación en la década de 1930. Las principales radios se concentran en la ciudad de Buenos Aires. El interior del país retransmite los programas de Buenos Aires, limitándose a sólo dar noticias locales y formándose así el sistema de redes o “broadcasting”. Como explican Mastrini y Agusti (2006: 42 y 43):
“El sistema de redes de emisoras terminó de consolidarse en el período 1937-1941, cuando las principales estaciones se agruparon en dos redes, encabezadas por LR1 Radio El Mundo y LR3 Radio Belgrano. En 1941 el gobierno completó la legalización de esta situación cuando autorizó el funcionamiento de una tercera red encabezada por LR4 Radio Splendid”.


Conceptos claves.
Hasta aquí se analizó el comienzo de la radiodifusión en Argentina. Es el momento de introducir algunos conceptos útiles para comprender las políticas comunicacionales. Un concepto fundamental es el de “libertad de expresión”, derecho que asegura que cualquier habitante puede decir lo que piensa por cualquier medio o canal sin censura previa. Como se explicó, este derecho ya estaba contemplado en la Constitución de 1853. Sin embargo, este derecho puede ser fácilmente vulnerado. Así, todos los gobiernos de facto, violaron la libertad de expresión durante el siglo XX. Se elaboraron listas negras y se encarceló y persiguió a quien opinaba distinto al gobierno. Pero también sucede que en los medios de comunicación se da la censura implícita. Así, cuando por ejemplo, un gobierno quiere castigar a un medio opositor no le ofrece publicidad oficial o no concede licencias a grupos que son contrarios a la ideología del gobierno de turno. La auto-censura se da cuando un medio o un periodista no difunde una información para no contrariar al gobierno o a un grupo económico poderoso. Por ejemplo, un periodista puede conocer un caso de corrupción, pero no informa sobre esto para no tener problemas. O puede saber que una fábrica contamina, pero no difunde el dato por miedo a que el dueño de la empresa lo amenace. Como cuentan Mastrini y Agusti (2006), en los comienzos de la radiodifusión, los titulares de las licencias buscaban no oponerse a los gobiernos de turno para que éstos no interfirieran en sus negocios. La radio en la década de mil novecientos cuarenta tiene su época de esplendor: grandes estrellas como Nini Marshall y Luis Sandrini generan grandes audiencias y los anunciantes pagan altos precios para hacer publicidad. Su desarrollo era enteramente privado y los gobiernos no se entrometían a cambio de que los programas no informase de un modo opositor.
Vale aclarar que durante los gobiernos oligárquicos de la segunda mitad del siglo XIX y la primera parte del siglo XX, existió en general la libertad de expresión, aunque también se persiguió y censuró a los socialistas y anarquista y en varias ocasiones se cerraron sus diarios y se confiscaron sus imprentas. Se trataba de una prensa facciosa, o sea, política, no comercial, que sostenía y difundía las posturas políticas de las diferentes facciones gobernantes o aspirantes al poder. Pero ya a comienzos del siglo XX los diarios de grandes tiradas como La Nación, La Razón o Crítica,  son más comerciales y menos facciosos. El interés está puesto, no en defender a un político o a una facción, sino en conseguir anunciantes y vender ejemplares. El caso de los diarios es diferente al caso de la televisión o la radio, ya que cualquiera puede tener un diario, pero para tener una emisora se necesita que el gobierno la adjudique. Y es por ello que la cuestión de la censura implícita y la auto-censura se convierte en una cuestión importante.
Como ya se dijo, durante los gobiernos militares no hubo plena libertad de expresión. Así, durante el gobierno militar de Farrell (1944-1946), se sancionó el llamado Manual de Instrucciones mediante el cual se promulgaba la censura previa ya que el estado podía prohibir contenidos. Existía un detallado control de los contenidos en cuanto a cuestiones morales, políticas e idiomáticas que era llevado por la Dirección General de Radiodifusión, órgano dependiente de la Subsecretaría de Informaciones y Prensa que a su vez dependía del poder ejecutivo (esta subsecretaría había sido creada durante el gobierno de Ramirez (1943-1944).
Los sistemas de propiedad de los medios de comunicación de un país son de tres tipos: privados (el estado no posee ningún medio de comunicación), estatales (todos los medios de comunicación pertenecen al estado) y mixtos (hay medios privados y también hay medios estatales). En Argentina casi desde el comienzo el sistema de propiedad fue mixto, ya que en 1927 se funda Radio Municipal y en 1937 Radio Nacional. El comienzo de la actividad estuvo en manos del mercado, fue privado.
Pero a lo largo de los años, el estado comenzó a tener injerencia en la concesión de licencias, en la organización técnica, en la legislación y en los contenidos. Este cambio está asociado a un nuevo modelo de estado. En este modelo, llamado estado de bienestar[1], el estado intervenía en cuestiones que anteriormente quedaban en manos de empresas privadas: salud, educación, vivienda, servicios públicos (luz, agua, teléfono, etcétera) obra pública (rutas, iluminación, etcétera). Es el estado quien realiza estos servicios y quien regula e interviene. Por ejemplo, una persona concurre a hospitales y escuelas del estado, paga un plan habitacional llevado a cabo por el estado, tiene luz, agua, teléfono y gas que le brinda el estado y trabaja como albañil de una empresa constructora de calles a la que el estado contrata para la obra pública. Este período histórico del capitalismo occidental comenzó a desarrollarse después de la crisis del treinta, como un modo de dar trabajo a los desocupados y activar la economía. Tuvo vigencia hasta mediados de los años setenta, cuando se implanta lo que se conoce como estado neoliberal. El estado lleva adelante políticas activas en lo legislativo, en lo económico, en lo social y en lo cultural. El estado de bienestar se desarrolla en las economías capitalistas, donde las empresas privadas desarrollan la mayor parte de las actividades económicas. Pero la particularidad de este modelo de estado es que no deja libradas enteramente a la ley de la oferta y la demanda las relaciones sociales. ¿Qué quiere decir esto? Pues que el estado vigila, controla y regula las actividades privadas. Por ejemplo: protege al trabajador frente al empleador para que la desigualdad social no genere una gran diferencia. O desarrolla una actividad comercial que no puede ser afrontada por los privados porque tiene altos costos, como por ejemplos las aerolíneas. Para poder afrontar los gastos cobra impuestos. El estado de bienestar y el estado neoliberal tienen que ver con dos concepciones ideológicas: o dejar que el mercado regule las relaciones sociales o intervenir en estas relaciones buscando achicar las desigualdades del capitalismo. El estado de bienestar no es crítico del capitalismo, sino que es crítico del mecanismo de la oferta y la demanda. 

Los gobiernos de Perón.
Durante los gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1952 y 1952-1955), el estado desarrolló una amplia política comunicacional, interviniendo en las áreas nombradas anteriormente (concesión de licencias, cuestiones técnicas, legislación y contenidos). Los gobiernos de Perón llevan adelante de un modo vigoroso el modelo del estado de bienestar. El estado hasta brinda vacaciones en colonias turísticas a los hijos de los obreros, por poner solo un ejemplo, entre tantos que se pueden dar. Ya antes de que Perón llegara al poder, el gobierno de Farrell (del que el Perón fue un importante funcionario) creó la agencias de noticias estatal TELAM “…cuyo principal objetivo fue contrarrestar el oligopolio informativo de las agencias estadounidenses Associated Press (AP) y United Press (UPI)” (Arribá, 2006:79). Como cuenta Arribá (2006), el gobierno dio impulso al cine, al obligar a exhibir a las salas películas argentinas y al reglamentar la ley de protección al cine. Además, en 1946 se sancionó por ley nacional el Estatuto del Periodista Profesional. Perón también le dio gran impulso a la Subsecretaría de Informaciones y Prensa para que la obra realizada por el gobierno tuviera una amplia difusión. Allegados al gobierno compraron medios gráficos (editorial Haynes y diario La Razón). En 1947 el estado adquiere las cadenas de radio Belgrano, Splendid y El Mundo. Ese mismo año se expropia el diario La Prensa, opositor al gobierno. Vale aclarar que como dice Arribá (2006) en 1945 y 1946, la mayoría de los medios eran opositores a Perón y manipulaban y distorsionaban la información, lo que pone en contradicción el concepto de libertad de expresión. Porque si bien el gobierno peronista restringió esta libertad, también es cierto que en el período anterior la prensa jugaba sucio, informando parcialmente.
En 1951 comienzan las primeras emisiones de televisión. Perón le encarga al empresario Jaime Yankelevich que compre la tecnología necesaria y ponga a funcionar el canal 7, que es propiedad del estado nacional. Como dice Arribá (2006: 87): “Si la radio se inició a partir de la iniciativa privada (el mercado), la televisión lo haría a partir de la iniciativa pública (el Estado).
En 1953 sanciona en el Congreso Nacional la Ley Número 14.184. La primer y única ley de medios democrática hasta la sancionada en 2009. En esta ley se hace hincapié en las características de los contenidos de la programación que debían elevar el nivel cultural de la población, exaltar los valores patrios, los valores morales compartidos y difundir la cultura del interior del país. Se adjudican las cadenas radiales (eran tres: A, B y C) a sectores allegados al gobierno. Las licencias son por veinte años a argentinos, quienes no pueden vender estas licencias. Se mantiene el sistema de redes, por el cual, las radios tienen su cabecera en la ciudad de Buenos Aires y retransmiten los contenidos a las señales del interior. Esto genera un modelo centrado en Buenos Aires y desalienta la producción de contenidos en el interior del país.

El período 1955-1976
 El 16 de septiembre de 1955 los militares antiperonistas dan un golpe de estado y derrocan al gobierno. El 1 de octubre el gobierno del general Lonardi declaró nulas las adjudicaciones de las licencias de radiodifusión. En 1957 se sancionó una ley de radiodifusión que buscaba básicamente impedir que allegados a Perón poseyeran licencias de radiodifusión y evitar también la formación de oligopolios (varios medios en manos de pocas empresas) y por ello se impidió que un mismo titular tuviera varios medios y que se formen cadenas de radiodifusión. La nueva ley también disponía que se adjudicaran señales para la televisión privada. Hasta ese momento solo existía canal 7, propiedad del Estado. En 1958 se adjudican los canales 9, 11 y 13 a sectores allegados al gobierno militar. Sin embargo, poner en funcionamiento un canal de televisión era muy costoso, así que los licenciatarios argentinos salieron a buscar socios extranjeros. Aunque se prohibía la participación de extranjeros en el manejo de los canales, la ley no prohibía que las productoras de contenidos (quienes fabrican los programas) fueran de otro país. De este modo, los dueños de canal 13 se asocian con la CBS, los de canal 11 con la ABC y los de canal 9 con la NBC. Estos canales norteamericanos les prestan dinero a los argentinos a cambio de que les compren su programación. El objetivo era vender sus productos y para ello los norteamericanos necesitaban que los canales estuviesen en funcionamiento.
La televisión recién se hace masiva en la década del sesenta. En los años cincuenta era una minoría la que tenía aparatos receptores. Pero en los sesenta, debido al crecimiento económico del país y a una mayor oferta televisiva, crece el número de hogares con televisión. Hacia 1968, según Graziano (1974), citada por Bulla (2006), el 72 por ciento de los hogares posee un aparato receptor y en 1974 ese número se eleva al 99 por ciento. Además de los canales capitalinos se inauguran canales en las principales ciudades del interior del país.
En 1965, las cadenas norteamericanas comienzan a irse de Latinoamérica, en parte porque ya han cumplido su objetivo de vender sus productos y en parte porque no es rentable seguir invirtiendo. Empresarios argentinos que antes habían sido periodistas o que siempre estuvieron vinculados a los medios comienzan a comprar los canales de televisión. Así, Hector Ricardo García, el dueño de Crónica compra canal 11. Alejandro Romay el 9. Y los hermanos Vigil (dueños de editorial Atlántida) compran acciones de canal 13 y se asocian a Goar Mestre (un cubano que fue pionero en la instalación de la televisión tanto en su país como en Argentina).
Durante los gobiernos miliares de la Revolución Libertadora (1955-1958) y la Revolución Argentina (1966-1973) se limitó la libertad de expresión. No se podía opinar contra los gobiernos militares y tampoco se podía decir algo que según los militares atentase contra “la moral y las buenas costumbres”. Por ejemplo, durante la Revolución Libertadora no se podía nombrar al General Juan Domingo Perón y por ello los medios debían aludir a él con otros nombres como por ejemplo “el tirano prófugo”. Durante la Revolución Argentina y en plena efervescencia juvenil (después del movimiento hippie y del Mayo Francés), los jóvenes no podían usar pelo largo ni las chicas minifalda. Existía una censura general que reprimía todo tipo de manifestación que no coincidiera con la moral de la Iglesia y las tradiciones morales patriarcales[2]. Los medios no solo no podían criticar al gobierno sino tampoco reproducir ideas, imágenes o comentarios que supuestamente atentasen contra la moral burguesa, militar y patriarcal. La famosa canción del grupo Pedro y Pablo “La marcha de la bronca”, creada en 1970, resume la sensación de hastío y la rebeldía de los jóvenes. Esta es su letra:
Bronca cuando ríen satisfechos
al haber comprado sus derechos
Bronca cuando se hacen moralistas
y entran a correr a los artistas
Bronca cuando a plena luz del día
sacan a pasear su hipocresía
Bronca de la brava, de la mía,
bronca que se puede recitar
Para los que toman lo que es nuestro
con el guante de disimular
Para el que maneja los piolines
de la marioneta general
Para el que ha marcado las barajas
y recibe siempre la mejor
Con el as de espadas nos domina
y con el de bastos entra a dar y dar y dar
¡Marcha! Un, dos...
No puedo ver 
tanta mentira organizada
sin responder con voz ronca
mi bronca
mi bronca
Bronca porque matan con descaro
pero nunca nada queda claro
Bronca porque roba el asaltante
pero también roba el comerciante
Bronca porque está prohibido todo
hasta lo que haré de cualquier modo
Bronca porque no se paga fianza
si nos encarcelan la esperanza
Los que mandan tienen este mundo
repodrido y dividido en dos
Culpa de su afán de conquistarse
por la fuerza o por la explotación
Bronca pues entonces cuando quieren
que me corte el pelo sin razón,
es mejor tener el pelo libre
que la libertad con fijador
¡Marcha! Un, dos...
No puedo ver 
tanta mentira organizada
sin responder con voz ronca
mi bronca
mi bronca
Bronca sin fusiles y sin bombas
Bronca con los dos dedos en Ve
Bronca que también es esperanza
Marcha de la bronca y de la fe...

Esta canción expresa el descontento político, social, cultural y generacional. La canción habla no solo de la dominación cultural, sino también de la dominación económica (norteamericana), de la dominación política (los militares) y de la falta de libertada (“bronca  porque está prohibido todo/hasta lo que haré de cualquier modo”).
Las películas extranjeras con escenas de sexo o de política eran censuradas. Se cortaban con tijeras las partes de las cintas cinematográficas que tenían las “escenas indebidas”…
  En 1973 gana las elecciones Héctor Cámpora, el candidato del partido Justicialista, ya que Juan Domingo Perón continuaba proscrito por los militares.  Ese mismo año, vencen las licencias de televisión otorgadas en 1958 (la ley las adjudicaba por quince años). Se genera un debate sobre si llamar a nuevas adjudicaciones, prorrogar las existentes o nacionalizar el sistema de televisión. En octubre, el Estado nombra interventores en las canales privados y se prorroga el llamado a licitación. Finalmente, el 18 de junio de 1975 la presidenta María Estela Martínez de Perón[3] expropia los canales de televisión y las productoras asociadas y de este modo se estatizan los canales capitalinos y también el 7 de Mendoza y el 8 de Mar del Plata (Morone y de Charras, 2006).

La dictadura y la Ley de Radiodifusión.
El 24 de marzo de 1976 los militares derrocan a Estela Martínez de Perón. Desde el primer día informan que el gobierno establece la censura. Como explican (Postolski y Marino, 2006:161): “La desinformación a través del ocultamiento de hechos y la censura explícita, fueron mecanismos que tendieron a la construcción de un discurso hegemónico oficial, sin posibilidad de ser contrarrestado”. Ya antes de que los militares tomaran el poder, el gobierno de María Estela Martínez de Perón había armado listas negras, proscrito a artistas y periodistas y perseguido, secuestrado y asesinado a opositores. Los militares continuaron y aumentaron estas persecuciones. Se instalaron campos de concentración donde se detenía ilegalmente (sin orden de un juez), se secuestraba y se asesinaba a todo aquel que fuera sospechoso de “subversión”. Se calcula que son unos 30.000 los desaparecidos por el régimen militar.
En los juicios que se hicieron después de 1983 y que actualmente se continúan haciendo (hecho sin precedentes en la historia mundial universal) quienes salieron con vida de los campos de concentración contaron y cuentan lo que sucedió. El Estado organizó y planificó un plan para exterminar a toda una generación de militantes, trabajadores y jóvenes que luchaban por un mundo más justo e igualitario. Si bien la guerrilla armada cometió asesinatos, secuestros, robos y atentados[4], estas acciones jamás pueden justificar el plan genocida. Los militares y la policía deben encarcelar y juzgar no por orden del Poder Ejecutivo sino por medio del Poder Judicial, que debe investigar y resolver en su órbita los actos ilícitos y delictivos.
Como dice Luis Bruschtein, citado por Postolski y Marino (2006:161) “… el proyecto de la dictadura era disciplinar a una sociedad que tenía un alto nivel de politización y que reclamaba por sus derechos, que estaba altamente movilizada con un alto nivel de conciencia y un alto nivel de organización”. Los grupos armados guerrilleros estaban formados por una minoría de la población. Sin embargo, los trabajadores y la población en general estaba muy politizada y apostaba a generar cambios políticos y económicos que mejorasen la vida de toda la población, principalmente la de los más pobres. El gobierno militar se encargó de reprimir toda movilización social para imponer un modelo económico neoliberal de ajuste (esto significa que se le paga menos a los trabajadores para que los empresarios ganen más). La dictadura llevó adelante el plan genocida para poder imponer su política económica neoliberal que beneficiaba a un pequeño grupo de empresarios y terratenientes.
Como relatan Postolski y Marino (2006:165) “La división de las señales de la televisión fue la siguiente: Canal 9 para el Ejército, que también controlaba el 7… canal 11, para la fuerza aérea y el 13, para la Armada. Con respecto a las radios, prevaleció el Ejército por sobre las otras fuerzas”. El gobierno pagó a sus dueños la expropiación de los canales (a Goar Mestre y a los Vigil por el 13 y a Héctor Ricardo Garcia por el 11). Alejandro Romay se negó a cancelar la disputa judicial, y por ello, cuando comenzó la democracia en 1983, la justicia determinó que el canal volviese a sus manos. En 1978 se inauguró Argentina Televisora Color (ATC) para transmitir el Mundial de Fútbol, aunque solo las señales al exterior eran en color. En Argentina recién en 1982 se empezó a transmitir en colores. Según Polstoski  y Marino (2006:173) “Los costos totales del Mundial 78 son aún hoy un récord: 520 millones de dólares, frente a los 150 que costó España 82”. El gobierno militar intentó utilizar el evento deportivo para brindar una imagen de unidad y progreso a la población, a pesar de que a pocas cuadras del estado de River Plate (uno de los estadios donde se jugó partidos), en la Escuela de Mecánica de la Armada, funcionaba uno de los mayores centros clandestinos de detención y tortura.
  La dictadura también quiso congraciarse con los dueños de los diarios. Y así fue que le vendió el 75 por ciento de la empresa Papel Prensa a los diarios La Nación, La Razón y Clarín. Esta empresa monopólica y productora de papel para diarios y revistas había sido propiedad de David Gravier, quien fue acusado de tener vinculaciones con los montoneros (organización peronista armada). Por este motivo se intervinieron sus bienes. Poco tiempo después falleció en un confuso accidente aéreo y se obligó a su familia a vender sus bienes al gobierno. El gobierno le dio facilidades financieras a los diarios compradores. De este modo, Clarín, La Razón y La Nación, se convirtieron en los medios escritos más importantes de fines del siglo XX en Argentina. En el 2000, el diario La Razón se declaró en quiebra y vendió sus acciones a Clarín y a La Nación.
En marzo de 1980 el gobierno de Videla sancionó el decreto-ley de Radiodifusión 22.285. Esta ley buscaba controlar la libertad de expresión ya que como citan textualmente Marino y Postolski (2006, 175) “Los servicios de radiodifusión deberán difundir la información y prestar la colaboración que les sea requerida, para satisfacer las necesidades de la Seguridad Nacional”. Es necesario recordar que por “Seguridad nacional” los militares entendían la persecución de toda ideología y práctica que ellos juzgasen subversiva. Cualquier conducta o idea que cuestionase el orden político, económico, cultural, social o ideológico podía ser vista como “subversiva”. Para la ideología dominante de ese momento, subversivo era el que estaba en contra del capitalismo, el que no estaba de acuerdo con el patriarcado y el que proponía otros estilos o modos de vida, como por ejemplo los hippies o los rockeros. Por la doctrina de la seguridad nacional se dejaba de lado el derecho a publicar las ideas sin censura previa y también a recibir información de distinto tipo y de diferentes personas y fuentes. El objetivo de la ley era que el Estado tuviese el control de lo que se decía y de quién lo decía. Por ello, la ley establecía la radiodifusión comercial. No podían obtener licencias las cooperativas, los partidos políticos o las organizaciones sin fines de lucro. La radio y la televisión eran un negocio y no un servicio público. La ley limitaba la cantidad de licencias que podía tener una misma persona (tres licencias y en diferentes áreas de cobertura). La ley prohibía que los dueños de diarios accediesen a la radio y a la televisión. Era una ley que buscaba que no se formaban los monopolios u oligopolios. No podían acceder extranjeros y se renovaban las licencias existentes (los militares también buscan congraciarse con este sector).

El retorno de la democracia.
En 1983, después de la derrota de la guerra de Malvinas en 1982, los militares llaman a elecciones. Gana el partido radical. Raúl Alfonsin gobierna entre 1983 y 1989. Alfonsin debe dejar el gobierno seis meses antes porque si bien no es derrocado por un golpe de estado, sí lo es por el poder económico. Las cámaras empresariales aumentan sin parar los precios generando picos de hiperinflación. Los grupos poderosos sabían que la población no apoyaría un golpe de estado, así que deciden generar una escalada de precios que hace que los sueldos de los trabajadores no alcancen para nada. Durante el gobierno de Alfonsín, se respetó la libertad de expresión, volvieron los artistas y periodistas perseguidos y se comenzó a esclarecer todo lo sucedido durante la dictadura. Sin embargo, no se pudo avanzar en la sanción de una ley democrática para los medios de comunicación. En esta época florecen las radio de frecuencia modulada (FM) y las radios FM de baja potencia o barriales o comunitarias o truchas (porque no tenían licencias). También crecen las empresas de cable de televisión que brindan señales extranjeras y especializadas en contenidos específicos. Los canales de televisión de aire siguen en manos del estado.
En 1989 Carlos Menem gana las elecciones presidenciales. Aunque en la campaña presidencial había prometido el “salariazo”, rápidamente lleva adelante políticas neoliberales que incluyen congelamiento de los salarios, beneficios laborales para los empresarios, un dólar que beneficia la importaciones (y destruye la capacidad productiva de los empresarios nacionales), reducción del gasto público (lo que significa menos y peores servicios en salud, educación, vivienda y obra pública) y la venta de las empresas del estado. Mediante la ley 23.696 de reforma del estado de agosto de 1989, el estado decide vender varios activos del estado. Es esta ley la que habilita la modificación de la ley de radiodifusión de la dictadura: se permite que una misma empresa tenga varios medios de comunicación y que participen de empresas de radiodifusión medios periodísticos escritos.  Esto lleva a la formación de oligopolios porque las empresas con mayor capital van comprando a las más chicas para tener menos competencia en el mercado.
En Argentina se formaron grandes grupos multimedios que lideraron el mercado durante veinte años. Por un lado, el grupo Clarín, dueño del diario del mismo nombre, de canal 13, de la empresa de cable Multicanal, de productoras de contenidos (como Polka con participación accionaria de Adrián Suar), de radio Mitre y FM 100, de señales de cable, de productora de eventos (como Expo Agro[5]), entre otros. Por otro lado está el grupo Telefé, dueño de canal 11, de radio continental, relacionado con editorial Atlántida, dueño de empresas de cable, de FM Hit y La Red, de productoras de cine y televisión, entre otras.
Pero también, a lo largo de los años, se fueron formando otros grupos multimedios como el del grupo La Nación, el de América Multimedios, el de Editorial Perfil, el de Vila y Manzano, el de Hadad, el de Editorial Atlántida, el de Héctor Ricardo García, etcétera. Estos grupos fueron vendiendo y comprando señales, canales, diarios, revistas, productoras y medios digitales. Salvo Canal 7, Radio Nacional, Radio Municipal y algunos canales de radio y televisión del interior del país, la radiodifusión se convirtió en un negocio en el que lo más importante no eran los contenidos sino el rating y las ventas.
Los medios cumplen la función de informar, educar y entretener. Son un servicio público: algo que la población necesita para ejercer su ciudadanía (elegir candidatos, participar de manifestaciones, apoyar ciertas demandas, saber cómo se maneja el dinero del Estado, por qué paga lo que paga por los servicios públicos, etcétera). En un país democrático debe haber pluralidad de informaciones y de puntos de vista. La información y el conocimiento no pueden ser tratados como mercancías. Según el pensamiento neoliberal, la competencia lleva a que la gente elija la mejor opción en precio y calidad. Pero no toda la población tiene esta opción: quien no puede pagar el cable no puede acceder a programas educativos, culturales, dedicados especialmente a los niños, etcétera. Quien no tiene dinero o no tiene el suficiente, no goza de los supuestos “beneficios” del libre mercado.
Durante el gobierno de Menem, se vendió la emisora de Radio Municipal propiedad del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a Daniel Hadad, periodista amigo del presidente. Radio Municipal siempre había sido una emisora de tipo cultural y tenía un público fiel e importante en cantidad. Hadad la convirtió en Radio Diez, una emisora ultra menemista y xenofóbica,  enemiga de los trabajadores y difusora de la ideología del libre mercado. Esta emisora, con un discurso supuestamente popular, se convirtió en una de las más escuchadas. Apelando a un vocabulario simple y con programas de formatos populares, comenzó a difundir un discurso que condena las huelgas, las protestas, las opiniones de las minorías, los reclamos de los sectores más desfavorecidos de la sociedad y que además hace alarde del peor sentido común en tanto estigmatiza a los villeros y pide más mano dura para los delincuentes. La radio apela al sentimiento de hastío y miedo de la gente con el llamado tema de “la inseguridad”. Pero este tipo de discurso de mano dura no se pregunta por qué circula más la droga, por qué hay más asesinatos y robos, por qué hay más violencia.
No se cuestionan que las políticas neoliberales que beneficiaron a una minoría degradó al máximo el nivel de vida de las mayorías. Esto generó que muchas personas no vean futuro ni posibilidades y se entreguen a las salidas más fáciles (y peligrosas), como robar o contrabandear droga. No se está justificando este tipo de delitos, pero sí se está tratando de comprender por qué la delincuencia se duplicó a principios de los años noventa, cuando la población se quedó sin empleos o con empleos muy mal pagos. Los medios como Radio Diez buscan eliminar a quienes ya están excluidos, sin preguntarse, también cuál es el rol de la policía y de los funcionarios, que suelen proteger a los jefes de las bandas que roban. Los jóvenes que roban son los “soldados” (en la jerga así se llaman) que salen a hacer los trabajos más arriesgados para grandes jefes protegidos por las cúpulas de la policía y el poder. Estos “soldados” son quienes son usados y descartados cuando ya no sirven o no quieren seguir robando. Van presos o son asesinados. Esta es la realidad que los medios ocultan, tapan, protegen. El rol de los medios es informar e incluir en sus discursos a los excluidos, no criminalizarlos y estigmatizarlos más. No son los medios quienes deben buscar soluciones, pero sí quienes deben ser un espacio público de difusión y discusión de alternativas democráticas y no represivas. Democrático es un Estado que no solo permite la libertad de expresión sino que también amplia las posibilidades para quienes habitan en su territorio.
Los espacios de radiodifusión se privatizaron, así como las empresas de luz, agua, gas, las aeronáuticas, las ferroviarias, las petroleras, las postales y las telefónicas, que antes habían sido del estado. Lo descrito sobre Radio Diez da cuenta de cómo comenzaron a operar los medios de comunicación durante la época menemista (y como lo siguieron haciendo durante veinte años más e incluso en la actualidad). Periodistas como Mariano Grondona y Bernardo Neustadt hacían campaña todos los días por las radios y la televisión para que se privatizaran los servicios públicos. Se hablaba incansablemente sobre cómo todo funcionaba mal, pero no explicaba cómo se había estado vaciando a estas empresas con el claro objetivo de brindaran un pésimo servicio. La población, hastiada del mal funcionamiento y convencida por estos voceros del libre mercado, aceptó las privatizaciones. Una de las ventas más bochornosa fue la del petróleo. Argentina vendió uno de los bienes más preciados para cualquier economía nacional porque deja importantes divisas (dólares). Los funcionarios del estado y los gobernadores se llenaron de dinero, gracias a las prebendas. Había poco espacio en los medios para que las voces que alertaban sobre el peligro de vender estos bienes pudiesen expresarse.
Durante los gobiernos de Menem (1989-1995 y 1995-1999) se concentró la propiedad de los medios de comunicación en pocos empresarios. Estos grupos, casi todos amigos del neoliberalismo, poseían varios medios y controlaban la información y el entretenimiento. En los canales privados y estatales no hubo prácticamente ningún tipo de programa educativo. Si bien los canales privados mejoraron las cuestiones técnicas de los canales y la calidad estética de algunos programas, lo cierto es que el objetivo no era formar ciudadanos informados y educados sino “vender audiencias a los anunciantes”.
En 1994 también se permitió la entrada de empresas extranjeras a los servicios audiovisuales, algo prohibido por la ley de la dictadura. Así, por ejemplo canal 9 pasó por un tiempo a ser parte de un empresario australiano. También se formaron las grandes redes de radiodifusión con cabeceras en Buenos Aires. Esto generó que casi toda la programación que se escuchaba en el interior del país proviniese de la capital federal. En los años noventa se produce un espectacular crecimiento de la televisión por cable. Lentamente las pequeñas empresas son compradas por empresas más grandes. Dos empresas lideran el mercado a comienzos del siglo XXI: Cablevisión (del grupo multimedios de Eurnekian) y Multicanal (de Clarín). Telecentro, de Alberto Pierri (dueño también del canal de cable 26) se expande por la ciudad de Buenos Aires y algunas zonas del conurbano.
Durante los gobiernos de Fernando de la Rúa (1999-2001)[6], Eduardo Duhalde (2002-2003) y Néstor Kirchner (2003-2007) el mapa de medios siguió igual, con ventas, fusiones y nuevos entramados comerciales, pero bajo el mismo sistema de propiedad (privatizado y concentrado). Durante el gobierno de Kirchner, en 2005, se prorrogaron automáticamente las licencias de radiodifusión a quienes las habían obtenido en 1990. Kirchner quiso congraciarse con los grandes multimedios para que no opinaran en contra del gobierno.
El sistema de medios continuó igual hasta el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-actualidad). En 2004, universidades, intelectuales, ONGs y diversas entidades formaron la Coalición por una radiodifusión democrática (http://www.coalicion.org.ar/). El objetivo de esta iniciativa era consensuar mediante el debate democrático una serie de puntos y propuestas para reformar la ley de la dictadura de los medios. Se organizaron encuentros, charlas y debates para instalar el tema en diferentes espacios públicos.
La nueva Ley de Comunicación Audiovisual
El 27 de agosto de 2009 y coincidiendo con el día de la Radiodifusión, la presidenta mandó al Congreso el proyecto de ley del gobierno, que se basaba en los 21 puntos  de la Coalición por una radiodifusión democrática. Luego de largos debates en las cámaras de senadores y diputados y con modificaciones al proyecto original, el 10 de octubre de 2009 se sancionó la Ley 26522 de Servicios de Comunicación Audiovisual. Desde fines de 2009 hasta mediados del 2010 la ley todavía no pudo ser aplicada porque algunos jueces la declararon inconstitucional. La Corte Suprema de Justicia finalmente declaró nulos estos fallos y actualmente el gobierno trabaja en la implementación de los decretos para que la ley se comience a aplicar.  
La ley considera a la comunicación audiovisual una actividad social de interés público, de carácter esencial para el desarrollo sociocultural de la población. La ley afirma el derecho humano inalienable de expresar, recibir, difundir e investigar informaciones, ideas y opiniones  sin ningún tipo de censura.
Se crea la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, un órgano autárquico y descentralizado, que tiene como función la aplicación, la interpretación y el cumplimiento de la ley. Su directorio estará conformado funcionarios designados por el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. Existirá también un Consejo Federal de Comunicación Audiovisual cuyos miembros provinciales van a representar a los prestadores privados, a las emisoras universitarias, a los medios públicos y a los trabajadores de Prensa. Asesorará a la Autoridad Federal.
También se crea la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, un organismo encargado de recibir y canalizar las consultas, reclamos y denuncias del público de la radio y la televisión. Será designado por resolución conjunta de los presidentes de ambas Cámaras. 
Los servicios de televisión por cable deberán disponer de un abono social. Esta disposición atiende a que, en ciertos sitios, el prestador de servicio de radiodifusión por suscripción a título oneroso, es el único servicio que existe para mirar televisión. Se busca que todos los habitantes tengan acceso a los servicios de radiodifusión y comunicación audiovisual.  
Con el fin de impedir la formación de monopolios y oligopolios, la ley pone límites a la concentración, fijando topes a la cantidad de licencias. En el ámbito nacional un mismo concesionario sólo podrá tener una licencia de servicio de televisión satelital. Quien sea dueño de TV satelital no podrá tener otro  medio de comunicación. Una misma persona[7] o empresa solo podrá tener hasta 10 licencias de radio, televisión y una sola señal de contenidos en todo el territorio nacional. Una misma persona no podrá prestarle el servicio a más del 35 por ciento del total de habitantes del país.
A nivel local una persona o empresa solo podrá tener una radio AM y una de FM. Solo una licencia para televisión. Solo una de televisión por cable, siempre y cuando no tenga una de televisión abierta y viceversa. Ninguna persona puede tener más de 3 licencias.
Para ser titular de una licencia se ponderarán criterios de idoneidad y de arraigo en la actividad. Excluirá a quienes hayan sido funcionarios jerárquicos de gobiernos de facto, atendiendo a la importancia de los medios en la construcción del Estado de Derecho y la vida democrática. Cuando el prestador del servicio fuera una sociedad comercial deberá tener un capital social de origen nacional, permitiéndose la participación de capital extranjero sólo de hasta un 30 por ciento del capital accionario.
A diferencia de la ley anterior, se permite la participación de cooperativas, siempre y cuando se garantice una porción del mercado al competidor. La operación de los medios audiovisuales se hará, según la propuesta, por sistema de licencias y las mismas durarán diez años (eran por 15) y se podrán prorrogar por diez años más, previa realización de audiencias públicas. Quienes hayan obtenido una renovación o prórroga, no podrán solicitar una nueva extensión de plazo. Al mismo tiempo esas licencias serán controladas cada dos años, para evitar que con la incorporación de nuevas tecnologías -la digitalización- un licenciatario multiplique sus señales, generando un nuevo modo de concentración. Existirá un registro para saber de quién es la propiedad de cada medio de comunicación. 
Los servicios de televisión abierta deberán emitir un mínimo del 60% de producción nacional; con un mínimo del 30% de producción propia que incluya informativos locales. Los servicios de televisión por cable no satelital deberán incluir como mínimo una señal de producción local propia. También deberán incluir en su grilla de señales originadas en países del MERCOSUR y en países latinoamericanos. Las radios privadas deberán emitir un mínimo de 50% de producción propia, que incluya noticieros o informativos locales. El 30% de la música emitida deberá ser de origen nacional. Quedarán eximidas emisoras dedicadas a colectividades extranjeras o temáticas.
Las emisiones de televisión abierta y la señal local de producción propia de los sistemas de cable deben incorporar medios de comunicación visual adicional en el que se utilice subtitulado oculto (closed caption), lenguaje de señas y audio descripción, para la recepción por personas con discapacidades sensoriales, adultos mayores y otras personas que puedan tener dificultades para acceder a los contenidos.
Se garantiza el derecho al acceso universal -a través de los servicios de comunicación audiovisual- a los contenidos informativos de interés relevante y de acontecimientos deportivos de encuentros futbolísticos u otro género o especialidad. Los partidos de fútbol y otros encuentros olímpicos que sean de interés para la Argentina se transmitirán por la televisión abierta de acceso libre. 
Se regula el tiempo de emisión de publicidad con el objetivo de proteger al público contra un exceso de interrupciones publicitarias y promover un modelo de radio y televisión de calidad (14 minutos para radio y 12 para televisión cada sesenta minutos de emisión). Deben ser de producción nacional y no deben emitir contenidos racistas y discriminatorios ni alentar el consumo de sustancias adictivas.
Se crea Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado, que reunirá a todos los servicios de radiodifusión sonora y televisiva que en este momento se encuentra bajo la órbita del Estado Nacional. Tiene como objetivos promover los derechos humanos, garantizar el derecho a la información, promover la educación y la diversidad social y cultural y producir programación infantil especializada. Se reserva para cada Estado Provincial y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires una frecuencia AM, una FM y una de televisión abierta. Cada Estado Municipal tendrá reservada una frecuencia FM.
Se reserva el 33% de las localizaciones radioeléctricas planificadas, en todas las bandas de radiodifusión sonora y de televisión terrestres, en todas las áreas de cobertura, para las organizaciones sin fines de lucro. Además, los pueblos originarios serán autorizados para la instalación y funcionamiento de radios AM y FM y así como de señales de televisión abierta. Las Universidades Nacionales podrán ser titulares de autorizaciones para la instalación y explotación de servicios de radiodifusión. Deberán dedicar espacios relevantes de su programación a la divulgación del conocimiento científico, a la extensión universitaria y a la creación y experimentación artística y cultural.
Se protege a la niñez de contenidos indebidos fuera del horario de protección al menor (22 horas a 6 horas). Se sancionarán los contenidos racistas y discriminatorios que afecten  la dignidad humana y que puedan influir en la educación de los niños. Se crea también el Consejo Asesor de la Comunicación Audiovisual y la Infancia para incrementar la calidad de la programación dirigida a los niños.
Se establece, por primera vez, la fijación de una cuota de pantalla para el cine nacional. Los canales de televisión abierta y de cable deberán exhibir de forma obligatoria y en estreno televisivo ocho películas nacionales por año.
También se contemplan sanciones leves y graves (que van desde apercibimientos hasta la suspensión de licencias y el cobro de multas) para aquellos licenciatarios que no cumplan con lo normado en la Ley. Se sancionará el incumplimiento de lo reglamentado sobre licencias y contenidos (por ejemplo transferencias no autorizadas de licencias o contenidos discriminatorios o violación del horario de protección al menor). Las sanciones son llevadas a cabo por la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA, que reemplaza al COMFER o Comité Federal de Radiodifusión instituido por la ley derogada). El AFSCA es el organismo que de ahora en más regula y controla el funcionamiento de los medios audiovisuales en Argentina (http://www.afsca.gob.ar/web/).

Conclusiones.
Como se vio a lo largo del trabajo, las políticas de comunicación en Argentina cambiaron según los modelos políticos y económicos vigentes. Durante el Estado de Bienestar, los gobiernos asumieron una política activa; los gobiernos neoliberales dejaron que fuera el mercado el que regulara el funcionamiento de los medios. Los gobiernos militares restringieron la libertad de expresión. Durante los gobiernos democráticos se da lo que se denomina “libertad formal” de expresión, ya que no todos los actores sociales pueden expresarse en los medios y menos ser licenciatarios de señales.
La nueva Ley de Servicios Audiovisuales es una oportunidad para afianzar la democracia, ya que pone en funcionamiento una serie de mecanismos para que no haya concentración económica y para que diferentes actores sociales accedan a medios de comunicación (como las organizaciones sin fines de lucro). De todos modos, los gobiernos de turno y los diferentes actores sociales deberán ejercer con responsabilidad lo que esta legislado. Los gobiernos no otorgando licencias a sectores “amigos” y los diferentes sectores sociales haciendo uso de los nuevos mecanismos de expresión y difusión de un modo creativo, atractivo e inteligente. Por otro lado, es importante que desde el Estado se regulen los contenidos, especialmente los dirigidos a niños y jóvenes, para ofrecerles una televisión de calidad. Y toda la población debe estar atenta y solicitar que la televisión y la radio en general ofrezcan programaciones diversas en cuanto a lo ideológico y lo estético. Solo así se afianzará la democracia.

Bibliografía.
-Agusti, María Sol, Mastrini, Guillermo y Arribá Sergio (2006): “Radio, economía y política entre 1920 y 1945”, en Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas de comunicación en Argentina (1920-2004), La Crujía, Buenos Aires.
-Arribá Sergio (2006): “El peronismo y la política de la radiodifusión (1946-1955)”, en Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas de comunicación en Argentina (1920-2004), La Crujía, Buenos Aires.
-Bulla, Gustavo (2006): “Televisión argentina en los 60: la consolidación de un negocio de largo alcance”, en Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas de comunicación en Argentina (1920-2004), La Crujía, Buenos Aires.
- Ley 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual (2009): Boletín Oficial de la República Argentina, Año CXVIII, Número 31.756
-Morone, Rodolfo y de Charras, Diego (2006): “El servicio público que no fue. La televisión en el tercer gobierno peronista”, en Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas de comunicación en Argentina (1920-2004), La Crujía, Buenos Aires.
-Postolski, Glenn y Marino, Santiago (2006): “Relaciones peligrosas: los medios y la dictadura. Entre el control, la censura y los negocios”, en Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas de comunicación en Argentina (1920-2004), La Crujía, Buenos Aires.


[1] También es denominado “interventor” o “keynesiano”.
[2] El sistema patriarcal es aquel en el que los hombres mayores de edad son los que mandan. Las mujeres y los menores de edad deben obedecer estas reglas ancestrales y no cuestionar la autoridad masculina.
[3] A fines de 1973 Cámpora renuncia y llama a nuevas elecciones, que gana el General Perón. Pero el 1 de julio de 1974 Perón muere y asume su esposa, que era la vicepresidenta.
[4] La guerrilla argentina no torturaba a sus presos y si lo hizo fue en pocas ocasiones. No era su metodología. La tortura sí era usual por parte de los militares, que la practicaban con todos o casi todos sus detenidos.
[5] La batalla del diario Clarín y del diario La Nación en los primeros meses del año 2008 en contra de las retenciones (impuestos) a la soja tiene que ver con que los dueños de estos medios venden soja y con que son aliados en los negocios con los grandes productores de soja. Expo Agro es la cara visible de uno de los grandes negocios del Grupo Clarín: es un evento de negocios que además genera mucha publicidad. Este medio tiene importantes anunciantes del sector agropecuario.
[6] El 20 de diciembre de 2001 de la Rúa renuncia y asumen como presidentes provisionales el senador Ramón Puerta, luego el legislador Rodolfo Rodríguez Saá , después el diputado Alberto Camaño y finalmente, el 2 de enero de 2002, el legislador Eduardo Duhalde.
[7] Por “personas jurídicas” se entiende en el Código Civil a todos aquellos entes de existencia física (seres humanos) o ideal (empresas u  organizaciones sin fines de lucro) susceptibles de adquirir derechos y contraer obligaciones.